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Como lectores, nada nos dispensa de la tarea de cotejar la altura de su palabra con nuestra circunstancia, pues Unamuno (1864-1936) pertenece a ese linaje de maestros que siempre tienen que decirnos aquello que necesitamos escuchar. Se les llama clásicos, y, por fortuna, pertenecen al dominio público. «Un pensador que enseña cómo convertir el conflicto, la contradicción y la desesperación en fuente de energía tiene algo grande que ofrecer a las gentes de nuestra época», afirma Arturo Barea en el ensayo que dedicó al poeta y filósofo. «¿Necesitamos seguir oyéndole? ¿Tiene algo que decirnos?». A la pregunta de Aranguren, Bergamín contesta: «Para lectores jóvenes que aún quieran, y puedan, y sepan, leer en español, ningún mejor, más alto y puro ejemplo que el de Unamuno».